Quién más y quién menos, en algún momento habrá escuchado la expresión “no me comas la oreja”.
Hace referencia a la idea de que para influir o convencer a alguien de algo hay que insistirle. Hablándole mucho y aproximándonos bastante a la persona, prácticamente a su oído, como si de un secreto se tratara, “casi comiéndole la oreja”.
Esta proximidad puede resultar muy incómoda, ya que puede generar sensaciones de invasión del espacio vital. Pero al mismo tiempo puede ser útil si la persona tiene dificultades auditivas y no usa audífonos. Aunque más que susurrar a la oreja se tiende a elevar la voz e incluso a chillar.
Si tenemos en cuenta que la voz se emite a través de las cuerdas vocales y que éstas son un músculo, gritando sólo conseguiremos dañarlas. Provocando así la aparición de dolor de garganta, nódulos o incluso pólipos. Casos que requieren de tratamiento médico-quirúrgico y tratamiento logopédico posterior.
El uso de audífonos resulta necesario para evitar este tipo de situaciones que a la larga acaban generando sentimientos de desidia o de evitación a la hora de mantener una conversación. Y, del mismo modo, sentimientos de soledad y aislamiento por quién sufre la falta de audición.
Pero la expresión “no me comas la oreja” no sólo está dirigida a tratar de convencer a alguien. Sino también a que l@ dejemos en paz, tranquil@, en silencio, sol@ con sus pensamientos, con sus ideas.
El silencio, que se genera con la falta de audición, se convierte para las personas con pérdida auditiva en una sensación de comodidad. Se olvidan de que el mundo es ruidoso, que nos envuelven constantemente sonidos de todo tipo y que hay que escucharlos. Cuando comienzan a escuchar con los audífonos se sorprenden de que su coche tenga tantos “ruidos”. Es común que manifiesten: “pensaba que mi coche era silencioso, pero ahora oigo la palanca de cambios, el motor, los intermitentes, etc.”. O que entiendan lo que los demás hablan cuando susurran y piensan que no les están escuchando: “hice como que no me estaba enterando y no les dije nada, pero les entendí todo lo que hablaban”. El uso de audífonos supone recuperar de la memoria auditiva sonidos que hacía tiempo ya no se percibían.
Quizás la persona con falta de audición y que usa audífonos valore más que nunca que “le coman la oreja” porque ahora es capaz de escuchar y porque ha dejado atrás un mundo de silencio. Es probable que de su boca no salga la expresión “no me la comas”.